Artículo de opinión personal de Ana Castellano López
Según la OMT, los principios que definen el turismo sostenible son:
- “Los Recursos naturales y culturales se conservan para su uso continuado en el futuro, al tiempo que reportan beneficios” y “la calidad ambiental se mantiene y mejora”. Y pienso yo: si en las últimas cinco décadas, el turismo internacional ha pasado de desplazar de 25 a casi 700 millones de viajeros al año, y a lugares cada vez más remotos gracias al desarrollo de los medios de transporte, este fenómeno de tal magnitud y con una expansión tan rápida no podía por menos que generar impactos allá donde vaya. Impactos positivos, es decir, el impacto económico e impactos negativos, en sus recursos naturales y culturales, pues es imposible que se sigan conservando con la misma calidad que cuando no había turismo. En este principio, lo único que se sostiene a mi entender, es la economía.
Y hablando de economía, otro de los principios que definen el turismo sostenible según la Organización Mundial del Turismo es que “ Los beneficios del turismo se reparten ampliamente entre toda la sociedad”, cosa con la que estoy de acuerdo, sí señor, se reparten ampliamente pero no equitativamente. Trabajar en el sector turístico generalmente exige un uniforme limpio, una jornada de muchas horas, una sonrisa para cada cliente y mientras más fiestas más trabajo y todo a cambio de unos sueldos muy básicos. Sueldos que no son bajos porque actualmente estemos en crisis, siempre han sido así para el trabajador, llevándose la parte grande de la tarta los dueños de los grandes tour operadores, cadenas hoteleras, restaurantes, resorts, …
Sus dos últimos principios son que “El desarrollo turístico se planifica y gestiona de forma que no cause serios problemas ambientales o socioculturales”, esto que se lo digan a los pueblos indígenas sudamericanos que están siendo colonizados por entidades públicas como puede ser AECID; y “procurar mantener un elevado nivel de satisfacción de los visitantes y retener el prestigio y potencial comercial del destino”. Esto último no puede fallar, el visitante o turista tiene que irse satisfecho y consumiendo, cada momento del viaje se vuelve una oportunidad de comprar un producto o servicio porque el turista fue transformado en consumidor. El placer de viajar ya no es suficiente, se apuntala en otro placer más instantáneo, el del consumo.
Bueno, y para acabar con este texto doy las “gracias” al turismo porque es él quien me sustenta desde que terminé la diplomatura, pero permítanme dudar sobre su sostenibilidad y sobre todo de la continuidad de esta planeta y de esta especie, a la que le hace falta un cambio de conciencia global para garantizar su permanencia.
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